Yo vivo a medias.
Media parte de mi vive, la otra se queda quieta, dormitando, esperando.
Esperando a que la despiertes.
A que llegues con tu sonrisa parpadeante y tus ojos de gato, que me miran, redondos y oscuros.
Que me aterran por el poder que les he dado.
Mi mitad latente entonces, al presenciar todo tu espectáculo, de luces y rayos, de olores y de tacto, vuelve a mi, y se me pega a los talones como la sombra de Peter Pan.
Por un momento, dejo de vivir a medias, para vivir en ti.
Y no me falta nada, y no añoro ni recuerdo.
Por ese pequeño ratito, no echo de menos.
Por eso lloro cuando te vas.